La visión es el sentido menos desarrollado del bebé recién nacido. Cuando nacemos las únicas vías mielinizadas son la vestibular y la auditiva. En cuanto a la vía visual, no nacemos viendo sino con la capacidad y las estructuras para APRENDER A VER.
Gracias al desarrollo psicomotriz desarrollamos las conexiones básicas que relacionan nuestro cerebro y nuestro cuerpo, y nos permiten integrar el espacio, el tiempo y la realidad que nos rodea.
Durante las primeras semanas, la visión del recién nacido va mejorando ya que la retina, las conducciones visuales y la corteza visual, van desarrollándose y aumentando sus conexiones.
El aprendizaje visual, por tanto, no solo depende del ojo, sino también del cerebro y de su capacidad de obtener información, de codificarla, clasificarla y guardarla para, en un momento determinado poder recuperarla.
No nacemos “viendo”, sino con la “capacidad de aprender a ver”, y la madurez visual va ligada al resto de maduración motriz y neuronal.
En los neonatos, el sistema visual no está totalmente desarrollado, aunque existe una pre-organización del córtex y de los foto-receptores retinianos. Así pues, la agudeza visual (AV) en los recién nacidos es muy baja.
Pero para que este desarrollo pueda producirse, para que vaya aumentando la agudeza visual, es necesario ejercitar la visión, hacer uso de ella. Si alguna de las conexiones no se empleara, si no ejercitáramos la visión en alguna de sus modalidades (sensibilidad al contraste, visión binocular, sensibilidad a los colores, campo visual, reflejo de fijación, visón en la oscuridad, cálculo de distancias…), no se llevaría a cabo un desarrollo normal de la visión.
Del primer al tercer mes: Los bebes buscan, fijan y siguen la luz u objetos con amplitud de movimientos oculares dentro de su campo visual. Es una etapa monocular, no se ve con los 2 ojos a la vez.
Del tercer al quinto mes: El bebé puede contemplar su mano a distintas distancias y jugar con ella o con los juguetes que le rodean.
Del sexto al octavo mes: Ya puede coordinar su visión con el movimiento de su mano, pasándose objetos de mano a mano. Los ojos empiezan a trabajar los dos a la vez (etapa binocular) se alinean y empiezan a mirar simultáneamente el mismo objeto. Hace ensayos calculando las distancias y mejora todos los movimientos oculares con el gateo que activa la visión binocular, la audición biaural, los laberintos, los nervios oculomotores, el reflejo postural y los músculos del cuello y del tronco.
Del noveno mes al año de edad: Toca objetos con los dedos que reconoce y comienza a jugar con ellos. También comienza a buscar los juguetes que se le caen para cogerlos. Se considera que la retina infantil alcanza la madurez del adulto entre los 6 y los 11 meses de edad.
A partir de los 3 años: El niño puede copiar un círculo y conoce los colores. A estas edades, el desarrollo visual del niño es creciente, ya que las habilidades de lectura y escritura son desarrolladas. El niño utilizara su visión para leer y escribir.
De 3 a 6 años: se desarrolla completamente toda la visión, la percepción del espacio visual orientado, el esquema corporal, la lateralidad y direccionalidad tienen una misma base. El movimiento coordinado, dirigido y organizado del campo visual del niño van a permitir en la etapa preescolar que el niño se inicie en la lectoescritura.
A los 6 años se acaba el desarrollo de las capacidades visuales, la agudeza visual habrá ido aumentando aproximadamente hasta el 100%. Se ha adquirido la coordinación motriz entre los dos ojos, la percepción del espacio en tres dimensiones, la capacidad de enfoque así como el resto de las habilidades visuales, el niño deberá estar preparado para enfrentarse a las exigencias escolares, que son eminentemente visuales.
Desde los 6 a los 12 años, tiene lugar la madurez del sistema visual. En esta etapa se debe consolidar una visión eficaz, que irá ligada con el buen rendimiento escolar. En estos niños mayores, para los que la lectura es fundamental, tanto la motricidad ocular como el sistema binocular y acomodativo son fundamentales. Gracias a ellos, se puede conseguir una buena eficacia, durante las prolongadas tareas en visión próxima, a las que el niño se verá sometido.
¿Cuál es el papel del optometrista comportamental?
Es el de evaluar todas estas habilidades visuales y perceptivas para detectar si hay problemas que están interfiriendo en el aprendizaje y por tanto, están impidiendo tener un buen rendimiento. Proponiendo y recomendando el mejor tratamiento en cada caso, siempre de manera multidisciplinar. Es decir, contando con todos aquellos profesionales como logopedas, pedagogos, profesores o psicólogos que estén en contacto con el niño.
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