En la infancia sucede un rápido desarrollo físico y neurológico del sistema visual. De ahí la importancia de un examen visual ya desde una edad temprana.
Aunque no hayamos observado ningún síntoma, como podría desviar un ojo, mirar cerrando un ojo, torcer la cabeza al fijar la vista, o acercarse en exceso para ver o mirar cuentos, es recomendable hacer la primera revisión a los 6 meses de edad.
La primera revisión debe hacerse con un médico oftalmólogo que determinará la salud ocular del ojo (estado de la retina, nervio óptico, cristalino, córnea…).
En caso de que el oftalmólogo confirme que todo es correcto, hay que acudir a una visita con el optometrista. El optometrista se encargará de valorar el resto de habilidades visuales: los reflejos vestibulo-oculares, los movimientos oculares, la coordinación binocular, la fijación y la coordinación visuo-motora.
Hay que realizar la primera revisión visual a los 6 meses, y a partir de ahí, el optometrista irá pautando las siguientes revisiones anualmente. Es preciso asegurarse que el desarrollo visual se está llevando a cabo correctamente.
El sistema visual en la infancia está en pleno proceso de desarrollo de todas sus habilidades visuales. Antes de los 6 años, por ejemplo, una graduación alta que no se detecte puede desencadenar una mala coordinación binocular, una ambliopía o un estrabismo (desviación de un ojo).
Las alteraciones visuales que no se diagnostican y, por lo tanto no se tratan, pueden tener consecuencias negativas en el aprendizaje escolar: una mala movilidad ocular puede ocasionar que el niño se pierda al leer, una deficiente coordinación binocular puede producir visión doble al trabajar de cerca o que tenga una incorrecta visión en 3D.
Esto ocurre en los estrabismos, haciendo que les cueste calcular las alturas, las distancias y las velocidades, y pueden ser niños más torpes en los deportes que el resto. Una mala acomodación puede causar que el niño termine viendo borroso al leer.
Comentarios
Sin comentario