Terapia visual. Algo muy especial.

Por Esteban Galán

Hace poco más de un año pensaba que necesitaba cambiar de gafas y actualizar la miopía porque había perdido visión de lejos, percibía menos nitidez y notaba un mayor cansancio al trabajar delante del ordenador. De la óptica acudí a la consulta del oftalmólogo y de allí finalmente se me recomendó la terapia visual como estrategia más efectiva para mi problema. Las primeras sospechas del profesional optometrista de la óptica que me iba a graduar se confirmaron: el estrabismo divergente que arrastraba desde la infancia me estaba provocando un problema de visión que hacía que la imagen comenzara a perder nitidez; es decir, lo que era un problema estético que tenía más o menos superado se había convertido en un problema de salud.

Los resultados tardaron un poco en llegar porque cuando realizas terapia visual con una cierta edad (en mi caso comencé con 35 años) el cerebro tiene unos hábitos que son complicados de modificar, sin embargo, tenía a la constancia como principal aliado y contaba con las mejores herramientas: los profesionales de la óptica Alcócer (Paula, Alicia, Amparo…) que con sus consejos, recomendaciones y ánimo constantes hacían que la tarea fuera mucho más llevadera.  A los tres meses de comenzar la terapia los resultados eran ya evidentes: había solucionado mi problema de pérdida de visión, notaba un menor cansancio en mi trabajo diario…

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Cada semana acudir a la terapia suponía una limpieza visual, cuando terminaba cada lunes, los carteles eran más luminosos, la calle parecía un poquito más ancha y los edificios tenían más perspectiva. Hoy poco más de un año después de haber comenzado la terapia, he recibido el alta y creo sinceramente que ha merecido la pena. Muchas veces es fácil olvidar lo que uno ha progresado hasta que pasas por un lugar donde hacía mucho tiempo que no ibas y entonces sabes que no lo ves igual, es casi como si lo miraras por primera vez y eso es algo muy especial.