La Optometría Comportamental es una terapia que empieza a ser más conocida en España a pesar de llevar vigente más de 50 años en otros lugares, como Estados Unidos. Consiste en evaluar, a grandes rasgos, cómo se procesa la información que se percibe a través de la vista, entendiéndola como un ‘todo’ que influye en nuestro desarrollo orgánico.
Los optometristas comportamentales tienen una visión holística del paciente y miden otras habilidades visuales que van más allá de la agudeza. Por ejemplo, trabajan con problemas relacionados con la ambliopía (ojo vago), la falta de retención de la memoria, las implicaciones visuales de la dislexia o la vista cansada, así como el estrabismo y problemas binoculares, refractivos, oculomotores, de lenguaje o de atención, en su vertiente visual.
La solución no siempre pasa por unas gafas o lentes de contacto, sino que a veces se puede corregir o mejorar a través de una terapia visual que integre el sistema visual con otros sistemas corporales. De esa forma se ejercitan los ojos para que trabajen en equipo sin importar tanto la cantidad de la visión – hay niños que ven al 100% pero presentan déficit de atención- como la calidad. En este sentido, el rendimiento que se consigue es más efectivo.
Entre los beneficios que la Optometría Comportamental puede hacer para mejorar nuestra salud visual destacamos:
1) Adquisición de mayores competencias en los deportistas profesionales:
De la visión depende, en gran medida, la capacidad de reacción de los deportistas de élite. También la concentración, el equilibrio, la postura, el ritmo o el movimiento. Por eso, los optometristas comportamentales han presentado varios estudios donde demuestran cómo el ejercicio visual complementa el potencial físico.
Esta cualidad visual no solo es un agregado, sino que suma en la implicación de muchas otras cualidades como la del enfoque lejos-cerca, el contraste entre fondo-figura, la coordinación ojo-mano, la amplitud del campo periférico, el cálculo de profundidad, el relieve o la estimación de la velocidad de los objetos en movimiento. Por ello, se están implementando actualmente las terapias que fortalecen la relación visuo-motoras en el desarrollo y el aprendizaje, tanto de los más pequeños como de los jóvenes deportistas que buscan fortalecer sus competencias profesionales.
2) Reducir las dificultades de atención de los niños desde la infancia:
Un 70% de lo que los alumnos aprenden en clase es a través de la visión y el oído. Por eso, es fundamental trabajar en su desarrollo. Muchos niños presentan buena visión y, sin embargo, denotan falta de atención debido, en gran parte, a la visión. Existen muchos síntomas que nos revelan esta problemática, como inclinar la cabeza cuando estudian o ven la televisión, vocalizar o acercarse en exceso durante la lectura, dolor de cabeza, lentitud o falta de comprensión lectora, entre otros.
En ocasiones, los problemas de enfoque (acomodación) o no saber mover los ojos correctamente potencian esas dificultades de atención. La terapia visual por la que apuesta la optometría comportamental incide no solo en la entrada de la información, sino en su posterior procesamiento para una evaluación más completa.
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3) Corregir alteraciones visuales tras enfermedad o accidente:
Frecuentemente, los pacientes con lesiones cerebrales como parálisis, traumatismos craneoencefálicos o accidentes cerebro-vasculares acaban presentando problemas de orientación y localización espacial, motilidad ocular, constricciones funcionales de campo, binocularidad o estrabismo. Sin embargo, no registran problemas de agudeza visual, ya que superan el test básico de Optometría y Oftalmología, por lo que acaban relacionando sus problemas visuales con el traumatismo, la lesión o lo emocional.
Estas habilidades descompensadas necesitan de un programa de Neuro-Rehabilitación Optométrica para ser solventadas. De esta forma, la optometría comportamental trabaja con el paciente en todas las habilidades visuales implicadas en la eficiencia y procesamiento de la información visual, de tal forma que con una estimulación adecuada y un seguimiento continuado, consiguen desarrollar ese potencial, minimizando los síntomas y consiguiendo mejorar el rendimiento del paciente, que puede volver a llevar una vida normal, en muchos de los casos.
4) Limitar la pérdida de habilidades visuales en la población adulta:
Los ojos están actualmente sometidos a un trabajo constante de cerca. Cada vez somos más miopes y presentamos más problemas de astenopia, principalmente por la excesiva exposición a pantallas, libros o actividades que necesitan de un esfuerzo visual. La terapia visual también contempla el ejercicio orientado para disminuir los síntomas que provocan esta limitación visual: mareos, visión borrosa, picor en los ojos, etcétera.
A su vez, también han registrado resultados efectivos en personas con dificultades para ver en 3D, ambliopía (ojo vago) o Alzheimer. Los resultados obtenidos en estos colectivos pueden ser algo más lentos que entre los menores de edad, debido a que es de 0 a 6 años cuando se potencia el desarrollo de la psicomotricidad y la lateralidad.
Por eso, los optometristas comportamentales trabajan en la integración de estas terapias visuales como prácticas interdisciplinares para llegar a todos los sectores sociales, demostrando su valía como tratamiento a través de resultados cuantificables.
Fuente: http://www.siodec.org
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